He elegido abordar este tema porque entre las muchas preguntas y dudas que os surgen respecto a la educación y crianza de vuestros hijos, hay una que se repite mucho en nuestras aulas y es en definitiva la más frecuente: ¿es que nuestros hijos se comportan aquí, en la escuela, de un modo distinto que en casa? La respuesta es que generalmente si.
En la escuela, por cuestiones podríamos denominar logísticas, es necesario establecer un ritmo de trabajo, establecer rutinas, crear hábitos y poner límites. Algo que en casa, a menudo nos resulta más difícil.
En las reuniones que realizo a principio de curso con los padres de mis alumnos, les hablo de la importancia que tiene establecer ritmos en el día a día de sus hijos; los niños de corta edad no tienen la noción del tiempo tal y como la tenemos los adultos; y son las rutinas y los hábitos que nosotros establecemos, lo que a ellos les permite situarse en el espacio y en el tiempo . Sin esto, ellos están desorientados y eso en la mayoría de los casos, genera frustración.
En casa, a veces, nos surgen dudas sobre cómo establecer dichas rutinas, crear hábitos y poner límites y es entonces cuando nos olvidamos que esta es una parte esencial en la educación de nuestros hijos; y es así que nos preguntamos ¿Porqué aquí no se duerme solo y en el cole si? ¿Por qué aquí no quiere comer de nada y en el cole se lo come todo? ¿Por qué no hace caso y en el cole…? En el cole tampoco papis, ¡son niños!
Pasamos el día trabajando y luchando por conseguir lo mejor para ellos y en muchas ocasiones olvidamos que es importante dedicarles gran parte nuestro tiempo. Cuando olvidamos eso, ellos se encargan de recordárnoslo con sus llamadas de atención y en definitiva con su actitud. Sabemos que nuestra presencia es fundamental; momentos de juego, cantar, bailar, reír, pintar, cocinar, manchar… y también educar.
Educar implica enseñarles valores como el compañerismo, el respeto por las personas, los animales y la naturaleza, la capacidad de empatizar, compartir, cuidar, amar….Y también poner límites. Si se equivocan, somos nosotros quienes debemos corregir aquellas conductas que no nos parecen correctas. Y esto, por supuesto,no está reñido con el amor. Pero también, para educar debemos apartar de nosotros el sentimiento de culpa; que tengamos que pasar todo el día trabajando y sin poder dedicarles todo el tiempo que desearíamos, no implica para nada que a nuestro regreso tengamos que complacerles con todo lo que quieran.
Cuando hablo de límites, quiero que todos entendáis que poner límites no es algo negativo. Poner límites, no es limitar. El niño como tal debe experimentar y descubrir su mundo de muchas maneras distintas durante los primeros años de vida. Tienen que tocar, chupar, buscar, tirar, romper, ensuciar, trepar y un largo etcétera que les permitirá desarrollarse como individuos. Pero si al trepar corre peligro debemos establecer límites, si al chupar puede atragantarse debemos establecer límites, si al romper puede hacerse daño a sí mismo o a cualquier otra persona, debemos establecer límites…
Los límites son necesarios y aunque a ellos les enfaden, con el tiempo descubrirán que cada vez que establecíamos un límite era también una forma de darles amor.
Los límites al igual que las rutinas también les aportan seguridad, una seguridad de que el adulto, la figura de protección siempre está ahí para decir hasta donde, ellos necesitan eso aunque nos cueste creerlo.
Solo una puntualización al respecto: Si nos excedemos en nuestros límites pensando en su bienestar, podemos cruzar la delgada línea que existe entre protección y sobreprotección.
Si los limitamos tanto que no son capaces de desarrollarse no estamos favoreciendo su evolución; como todo en la vida, debemos ser capaces de encontrar el término medio. No podemos obstaculizar su evolución y su desarrollo por nuestros temores, miedos y/o dudas.
Para finalizar quiero compartir con vosotros una cosa que hace alusión al respeto, a no juzgar a nadie y dar por hecho algo que debería ser así, y es que cada padre/madre quiere siempre lo mejor para sus hijos, cada uno gestiona la crianza de su hijo@ como buenamente sabe y/o puede. Circula por las redes sociales y es un texto que figuraba en la puerta de una consulta de pediatría.
Lo mejor no es el pecho.
Lo mejor tampoco es el biberón,
Lo mejor no es que lo cojas,
Lo mejor tampoco es que lo dejes de coger.
Lo mejor no es que lo tumbes así.
Lo mejor tampoco es que lo tumbes de este otro modo.
Lo mejor no es que lo tapes de una forma.
Lo mejor tampoco es que lo tapes de la otra forma.
Lo mejor no es que lo abrigues con esto.
Lo mejor tampoco es que lo abrigues con aquello.
Lo mejor no es que le des purés.
Lo mejor tampoco es que le des trozos.
Lo mejor no es lo que diga tu madre.
Lo mejor tampoco es que lo que dice tu amiga.
Lo mejor no es que esté con una niñera.
Lo mejor tampoco es que vaya a la guardería o esté con los abuelos.
Lo mejor no es que siga este tipo de crianza.
Lo mejor tampoco es que siga otro estilo de crianza.
¿Sabes lo que realmente es lo mejor? Lo mejor eres tú.
Lo mejor es lo que a ti te hace sentir mejor.
Lo mejor es lo que tu instinto te dice que es mejor.
Lo mejor es lo que a ti te ayuda a estar bien también.
Lo mejor es lo que a ti te hace ser feliz con tu familia.
Porque si tu estas bien, ellos reciben lo mejor, porque lo mejor eres tú.
Porque si tu sientes segur@ ellos también se sienten seguros.
Porque si tú crees que lo estás haciendo bien tu tranquilidad y felicidad les llega a ellos. Porque lo mejor eres tú.
Dejemos de decir a cada padre/madre que es lo mejor porque lo mejor realmente para tus hijos eres tú.”
Tal y como se titula este artículo, educar es en ocasiones muy difícil pero es tan bonito… que tanto en el ámbito profesional como en el personal tengo claro que es algo que seguiré haciendo durante mucho tiempo.
Gracias papis, porque todo esto surge de vuestras dudas, de vuestras consultas y del amor incondicional que manifestáis por vuestros hijos día tras día.
Aroa Vicente López, Educadora CEI Hormiguitas.